lunes, 2 de abril de 2012

Reunión en la selva

-¡Algo tenemos que hacer! ¡Esta situación no se soporta mas! ¡Quiero dormir!- dijo Juan el Chimpancé, saltando de una rama a otra.

-¡Yo también! -respondió Enrique, el ñu, con el poco aire que le quedaba.

-    ¡Tenemos que unirnos para terminar con el problema!-rugió Leonardo, el león, mientras sacudía su melena

Las hienas se reían de los nervios.  Los elefantes se tapaban las cabezas con sus trompas largas y arrugadas. Las jirafas se quejaban porque les dolía el cuello. 

Esa tarde los animales de la selva se habían reunido para preparar un plan que les permitiera volver a dormir. Todas las noches pasaba lo mismo.   Luego de la cena todos se ponían el piyama y se acostaban, algunos dentro de una cueva, otros sobre el pastito, otros colgados de una rama.  Pero cuando sus ojos comenzaban a cerrarse, ¡paf!, otra vez Tarzán con sus ganas de molestar.  ¡Qué gritos insoportables!   

-¡Ni mi hermana Chita lo aguanta!-dijo Juan meciéndose en un tronco.

-Escúchenme –intentó calmarlos a todos, Leonardo-.  Esto es lo que vamos a hacer: vamos a buscar a Nuria, la serpiente.   Ella resolvió muchos casos difíciles: acuérdense cuando desaparecieron las manchas de los tigres o cuando los hipopótamos se volvieron flaquitos como un escarbadiente. 

-¿Quién me está llamando? -silbó Nuria abriéndose paso entre miles de patas, evitando que la pisaran.

-¡Buenas Tardes, Nuria! -dijeron todos emocionados.

-¿En qué puedo ayudarlos?

-Tenemos que saber porque Tarzán nos llama por la noche. Hace semanas que no podemos dormir. Necesitamos que nos ayudes y lo investigues.

-Voy a averiguarlo. Sólo les pido una hora.   

-¡Muchas gracias!-dijeron los cocodrilos secándose las lágrimas por la emoción.

En silencio Nuria se fue despacito siguiendo el sendero que la llevaba hasta la choza de Tarzán.  
  
Media hora mas tarde, silenciosa como había llegado, regresó. 

-¡Este caso está solucionado! -sonrió, orgullosa de poder comprobar que era la mejor detective de la selva.

-¿Qué pasó? -preguntaron todos.

- ¿Se acuerdan del regalo que le hicieron para su cumpleaños?

-    Si.  Le regalamos un gallito despertador –contestó Leonardo.

-    Bueno.  Lo que pasaba era que ese gallito adelantaba su canto a las 2 de la mañana todas las noches.   Tarzán se enojaba tanto, pero tanto, tanto, que lo único que podía hacer era gritarle.  Por más que lo intentó, nunca había podido ponerlo en hora.  Además, Tarzán  nunca les quiso pedir ayuda a Ustedes porque es muy orgulloso: se cree el rey de la selva.  Pero ahora el problema terminó.  Convencí al gallo que lo despertara a las ocho a partir de mañana.  

-    ¡Muchas gracias, Nuria!- festejaron todos los animales y cantaron un rap en su honor.

Esa noche los sueños volvieron a cada rincón de la selva.  Todos se acostaron y comenzaron a dormir. Pero media hora más tarde, entre tanto silencio, un sonido muy agudo y profundo los volvió a despertar.  Pero, ¡qué mala suerte!  Justo ahora, a Tarzán se le ocurría ponerse a roncar.